El despertador suena. Más bien ruge, grita, llora
desconsolado… Nosotros solo queremos asesinarlo. Nos gustaría que tuviese
cuello para poder estrangularlo. Pensamos en destriparlo para que nunca suene
más. ¿Por qué tiene que despertarnos? Un día le pregunté…
- - ¿Por qué lo haces? – le recriminé. – ¡No quiero
despertarme!
- - Tienes que hacerlo, es la hora, no puedes seguir
dormida.
- - ¡Sí, puedo! No quiero moverme de aquí. La sábana
es suave, la manta caliente y la almohada mullida. Se está tan bien soñando…
- - Pero puede llegar una pesadilla, si te
despiertas no te alcanzará. Cuando llegue no puede encontrarte dormida. Tienes
que despertar, tienes que luchar, y en definitiva, tienes que vivir.
Quizás deberíamos escucharlo, no deberíamos silenciar
aquella voz que nos invita a abrir los ojos. Somos unos desagradecidos: siempre
respondemos de un bofetón al despertar de la vida. De vez en cuando no estaría
mal escucharlo y apagarlo de una
caricia.
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