Hoy he ido a comprar. Ir a comprar se refiere a comida, mientras que ir de compras suele referirse a ropa o regalos (exquisiteces de la bella lengua castellana). Mi madre y yo fuimos a Consum como sublevación contra Mercadona. Nuestra fidelidad con el gigante valenciano cayó tras el programa de Salvados. Mi madre no perdona, continúa indignada porque la empresa no cediese la comida a los bancos de alimentos – aunque ahora ya lo haga (¡A buenas horas!).Yo alego también motivos “futuro-profesionales”. Están cansados de decirnos en clase que si la cuenta de Twitter de Mercadona la hubiese gestionado un periodista no hubiese llegado la sangre al río. Pero no, Juan Roig prefirió contratar a un compañero del gremio, a un especialista en marketing. No se preocupe señor Roig, que podrá subsanar su error. Estas navidades los reyes van a traer periodistas para elegir en Valencia… Exactamente, los 1200 periodistas que se quedan de patitas en la calle con el ERE de RTVV.
Pero volviendo al tema… Consum estaba emperifollado de pies a cabeza con motivo de su cita navideña. Estaba vestido para seducir. Siguió la regla de la María Isabel de “antes muerta que sencilla”: que si guirnalda por aquí, que si bolitas doradas por allá, lucecitas, campanitas y cutreces varias. Se les olvidó quitar de la puerta al hombre sentado en los cartones, que venía incluido de la campaña prenavideña. Pero era un error sin la menor importancia, total, todo el mundo prefería mirar al enorme árbol dorado que había a la entrada, que era mucho más bonito. Y ahí se quedaba el pobre “niño Jesús” huérfano, en pañales, con la mano extendida, deseando feliz navidad y esperando al buey y la mula para darle calor (no le habrá llegado la noticia de que el Papa dice que ya no existen).
Pero ante todo alegría señores. Los villancicos bien altos: “ande, ande, ande, la marimorena”. De radio nada, que solo dan malas noticias: que si el paro sube como la espuma del champán, que si nos privatizan hasta el oxígeno, que si locos con pistolas… De eso nada. Paz, amor y alegría.
En primer lugar pasamos por pescados y mariscos. Gambas, cigalas, mejillones, emperador… Las exquisiteces del castellano no son nada comparadas con un supermercado en fechas tan señaladas. Las anguilas ondeaban tras el cristal, tratando de escapar de aquella celda en el corredor de la muerte. Sus compañeros habían corrido peor suerte, que ya yacían inertes sobre el hielo. Yo miraba los carabineros con curiosidad. Lo primero, porque no sabía que eran. Perdonen mi incultura en mariscos, pero desconocía que hubiese gambas con ese nombre. En segundo lugar, me preguntaba quien estaría dispuesto a pagar 60 euros por un quilo de esas gambas. ¿Qué tienen de especial? ¿Por qué los carabineros valen 10 veces más que otras gambas? ¿Acaso no son todas gambas?
Luego fuimos a la carnicería de Consum. Había más gente que en la guerra. Y menuda variedad: cerdo, pollo, pavo, codornices, ternera… ¡Qué de animales! Estaba allí la fauna entera reunida. Los trabajadores no paraban: cogían la pieza, cuatro cortes bien limpios con un cuchillo bien afilado y listo, ¡a la bolsa! Sangre por la mesa, por herramientas y delantales.
Entonces pensé que para carnicería, la nuestra, la que se está haciendo con el país. A todo esto ya no se le pueden llamar recortes, esto son cuchillazos a mano armada. Después servidos en la bolsa, y a casa, no sin antes pasar por caja. Que eso sí, nosotros siempre pasamos religiosamente por caja, pagando nuestros impuestos; mientras, otros se van por la salida sin compra con el jamón bajo el abrigo de pieles.
Por último pasamos por los turrones. Estas Navidades compraremos turrón en cantidades industriales. Ya que el panorama no se presenta muy halagüeño, trataremos de endulzarlo un poco. Así, al menos, le daremos un sabor agridulce. Aunque a algunos les entren ganas de pegarle un buen pastillazo de turrón de jijona al carnicero.
¡Coman mucho turrón y no se atraganten con las gambas (no hace falta que sean carabineros)!
FELIZ NAVIDAD
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