Primera pregunta: ¿es necesario el arte? Para mí, sin ninguna
duda, lo es. Me negaría a vivir en un insulso mundo sin arte y le deseo suerte
al valiente que se atreva a intentarlo. Pero ahora viene la pregunta más
compleja. ¿Por qué es necesario el arte?
Esto fue lo que se preguntó Hegel. El filósofo llegó a una conclusión
que no he podido quitarme de la cabeza en todo el día. La razón de ser del arte
es la necesidad del hombre de autorepresentarse para conocerse. El arte, por
ser expresión del espíritu, nos proporciona un conocimiento de nosotros mismos
que previamente no teníamos.
Parece complicado, pero cuando consigues entenderlo es
apasionante. Cuando empiezas a escribir un texto nunca sabes dónde acabarás. Te
dejas llevar por el rítmico traqueteo de las teclas, sin saber cuál será el
final de la historia. Es así como te topas frente a un texto en el que has
escrito sobre sensaciones que no parecían relevantes para ti, pero que por
alguna razón han escapado (lo que significa que estaban dentro). Descubres en
el texto esperanzas, dilemas, recuerdos perdidos, anhelos y miedos. Es cierto,
el arte es un proceso de autoconocimiento, de búsqueda de ti mismo.
El arte es desatarse, explosionar y ver hasta donde se llega,
olvidar límites. Es ir siguiendo un hilo, anudado a otro, y seguir su camino
hasta perderse en el lugar. Extrapolando a Hegel hasta el extremo, siguiendo un
entramado racional hacia lo irracional, he llegado a una conclusión. Muchos de
nuestros errores son arte.
Lo más bello es que estos errores son los de nuestra parte
irracional, la más puramente humana. Cuando hablo de irracional me refiero a
sentir. Dicen que los animales son irracionales, pero para mí el ser humano es
el animal más irracional. Una persona cuando piensa es racional, cuando actúa
es irracional. Hay un juego de contradicciones dentro de nosotros.
Pero si hablamos de sentir, seamos irracionales. Las pasiones
no siguen la lógica, no intentemos secuestrarlas con normas. Lo irracional
sigue reglas irracionales. El problema es que la irracionalidad suele llevar al
error como compañero. Cada vez que cometa un error, cuando note sutilmente el
amargo sabor del arrepentimiento, pensaré que soy una artista. Me dejé llevar,
abrí las ventanas a lo que llevaba dentro, me tapé los ojos para no ver lo que
hacían mis manos. Me dejé sentir y me autodescubrí. No me equivoqué, solo
estaba haciendo una obra de arte. Y uno nunca puede arrepentirse de haber
creado arte.
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