viernes, 10 de febrero de 2012

Un juego de niños


-        -  ¡Espera! ¡Tiempo! ¡No se vale! Quiero pedirte una cosa…

Es divertido jugar a las cartas, lo malo es que siempre me ganas. Yo las pongo sobre la mesa, confiada en que no las mires y tú las escondes con cuidado mientras consultas ávido las mías. Igual me ganas al escondite… ¿Cómo lo haces? ¿Capa de invisibilidad a lo Harry Potter? Luego siempre apareces donde menos te espero, cuando ya ni siquiera recuerdo que te habías escondido. Jugando al pillar siempre pago yo, voy siempre detrás de ti y casi nunca te alcanzo. Será porque me quedo mirando los pájaros, que vuelan sobre nuestras cabezas y en su vuelo fugaz siempre pierden alguna pluma.

Lo de las batallas de nieve puedo entenderlo. Por un lado, yo lanzo las bolas y me quedo plantada en el vacío, mirándote, no me escondo tras un árbol protector. Por otro lado, tú estás en tu hábitat natural de frialdad. ¡Frivolidades las justas! A mí solo me gustan los helados bañados por el sol. El calor derrite, provoca cambios.; el frío solo conserva, no puede conseguir nada en su aletargamiento. Pero sé que bajo el hielo late algo cálido, pues toda tu gelidez se derrite por tus ojos de chocolate fundido.

No son solo las batallas de nieve. Nos encanta pelearnos: insultarnos de todas las formas posibles, robarnos el uno al otro, empujarnos por la calles y pegarnos. Nos pegamos miradas, bailes, risas, bostezos, borracheras, codazos… Pero nunca besos, alguno se ha escapado por la mejilla pero nunca en los labios. Eso solo lo hacen los mayores y nosotros somos dos niños que están jugando. Los mayores también hacen el amor. Yo no sabía que el amor se fabrica. ¿Dónde se guarda? Sea como sea, eso de hacer el amor tampoco es para nosotros los más pequeños. Por eso, tú y yo no hacemos el amor y hacemos guerras. Entonces vienen los demás, envidiosos de nuestra esfera, y nos dicen que “los que se pelean se desean”. Nosotros no nos deseamos, solo estamos jugando.

Otro juego en el que eres realmente bueno es en ese de “contar mentiras tralará”.  Yo ya conozco tu estrategia: no es que cuentes mentiras, es que no dices tus verdades. Por esto, yo soy la creadora de tus verdades y utilizo mi imaginación para hacerlas como a mí me gustan. Siempre viene alguien que me dice “¡eso no es así!”, “¡déjame que pruebe yo!”, “así no se hace…”. A mí me da igual, porque soy yo la creadora de mis realidades.

Nos gusta construir legos de palabras, pero las palabras son “super” tramposas y a veces nos engañan. Recuerdo una vez que se me trabó la lengua y dije algo que no quería. Me dio miedo que te enfadaras y di la vuelta con mis palabras. Sé que tú también haces trampas y que continuamente de tanto hablar callas.  Aunque más que enredársete la lengua se te traba la mirada, a la que en alguna ocasión he pillado por mis faldas. No me importa, pues ambos sabemos que en el juego de los descaros gano yo, “la descarada”.

Me gustan nuestros juegos, aunque casi siempre me ganas. Fui yo la que empezó la partida y nunca me arrepentiré de haberte pedido que jugaras conmigo.  Esto es lo nuestro, un juego de niños y nada más. No me importa ser yo la que pierda o la que gane; al fin y al cabo, si yo pierdo, tú pierdes. Lo único importante es no perderse por el camino. Mientras tanto, que siga la diversión…

Acabemos las cosas como las empezamos: jugando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario