- - ¡Espera! ¡Tiempo! ¡No se vale! Quiero pedirte una
cosa…
Es divertido jugar a las cartas, lo malo es que siempre me
ganas. Yo las pongo sobre la mesa, confiada en que no las mires y tú las escondes
con cuidado mientras consultas ávido las mías. Igual me ganas al escondite…
¿Cómo lo haces? ¿Capa de invisibilidad a lo Harry Potter? Luego siempre
apareces donde menos te espero, cuando ya ni siquiera recuerdo que te habías
escondido. Jugando al pillar siempre pago yo, voy siempre detrás de ti y casi
nunca te alcanzo. Será porque me quedo mirando los pájaros, que vuelan sobre
nuestras cabezas y en su vuelo fugaz siempre pierden alguna pluma.
Lo de las batallas de nieve puedo entenderlo. Por un lado,
yo lanzo las bolas y me quedo plantada en el vacío, mirándote, no me escondo
tras un árbol protector. Por otro lado, tú estás en tu hábitat natural de
frialdad. ¡Frivolidades las justas! A mí solo me gustan los helados bañados por
el sol. El calor derrite, provoca cambios.; el frío solo conserva, no puede
conseguir nada en su aletargamiento. Pero sé que bajo el hielo late algo
cálido, pues toda tu gelidez se derrite por tus ojos de chocolate fundido.
No son solo las batallas de nieve. Nos encanta pelearnos: insultarnos
de todas las formas posibles, robarnos el uno al otro, empujarnos por la calles
y pegarnos. Nos pegamos miradas, bailes, risas, bostezos, borracheras, codazos…
Pero nunca besos, alguno se ha escapado por la mejilla pero nunca en los
labios. Eso solo lo hacen los mayores y nosotros somos dos niños que están
jugando. Los mayores también hacen el amor. Yo no sabía que el amor se fabrica.
¿Dónde se guarda? Sea como sea, eso de hacer el amor tampoco es para nosotros los
más pequeños. Por eso, tú y yo no hacemos el amor y hacemos guerras. Entonces vienen
los demás, envidiosos de nuestra esfera, y nos dicen que “los que se pelean se
desean”. Nosotros no nos deseamos, solo estamos jugando.
Otro juego en el que eres realmente bueno es en ese de “contar
mentiras tralará”. Yo ya conozco tu
estrategia: no es que cuentes mentiras, es que no dices tus verdades. Por esto,
yo soy la creadora de tus verdades y utilizo mi imaginación para hacerlas como
a mí me gustan. Siempre viene alguien que me dice “¡eso no es así!”, “¡déjame
que pruebe yo!”, “así no se hace…”. A mí me da igual, porque soy yo la creadora
de mis realidades.
Nos gusta construir legos de palabras, pero las palabras son
“super” tramposas y a veces nos engañan. Recuerdo una vez que se me trabó la lengua
y dije algo que no quería. Me dio miedo que te enfadaras y di la vuelta con mis
palabras. Sé que tú también haces trampas y que continuamente de tanto hablar
callas. Aunque más que enredársete la
lengua se te traba la mirada, a la que en alguna ocasión he pillado por mis
faldas. No me importa, pues ambos sabemos que en el juego de los descaros gano
yo, “la descarada”.
Me gustan nuestros juegos, aunque casi siempre me ganas. Fui
yo la que empezó la partida y nunca me arrepentiré de haberte pedido que jugaras
conmigo. Esto es lo nuestro, un juego de
niños y nada más. No me importa ser yo la que pierda o la que gane; al fin y al
cabo, si yo pierdo, tú pierdes. Lo único importante es no perderse por el
camino. Mientras tanto, que siga la diversión…
Acabemos las cosas como las empezamos: jugando.
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