miércoles, 22 de febrero de 2012

Esperanzas


Una historia que escribí hace un año...



Simplemente parece un día más, corriente, cotidiano. El sol asoma por el horizonte, tan tímido como cualquier otro día, los pájaros pían como siempre y cuando el impertinente despertador suena, lo retrasas cinco minutos más. Pero la hora siempre llega y no lo puedes cambiar.

Sales a la calle, dejas a los niños en la escuela, y de camino al trabajo te encuentras las mismas caras de cada día. Es ese conjunto de personas con las que te cruzas todos los días, en el mismo sitio, a la misma hora. Nunca te has atrevido a preguntarles por su vida, por su trabajo, por su familia...No sabes siquiera su nombre, pero ellos tampoco se han molestado en el tuyo. Quizás algún día te atrevas a preguntarles, o quizás nunca llegues a saberlo.

En tu trabajo te enfrentas a los problemas de siempre: estrés, clientes insatisfechos, compañeros que compiten contra ti y discusiones con el jefe. Sin embargo, también están los buenos amigos que te apoyan, por los que esperas impaciente que llegue la hora del café para poder charlar un rato; también están las satisfacciones que trae el trabajo bien hecho. Nada presagia que hoy vaya a ser un día diferente.

Entonces te diriges a tu hogar, en tu día corriente, sin nada anormal. Vas caminando deprisa, ansiosa por jugar con tus hijos, por besar a tu marido y relajarte tras un duro día como otro cualquiera.

Tu mente vuela, sin descanso, moviéndose de un lugar a otro, de pensamiento en pensamiento. De repente, algo te interrumpe. Una extraña sensación te invade, recorriendo cada centímetro de tu cuerpo. Alterada, miras a tu alrededor sin encontrar nada anormal. Finalmente, giras la cabeza y miras por encima de tu hombro. Allí está.

Un hombre te persigue. Se aproxima a ti más y más, con un paso firme y uniforme, la distancia entre vosotros es cada vez menor. Como reacción, tú aceleras tus movimientos. No te gusta aquel hombre vestido completamente de un negro fúnebre, con su sombrero que apenas deja ver su rostro.

Él va cada vez más rápido. Tú cada vez estás más y más asustada, mirando impaciente tras de ti a cada segundo sólo para comprobar que está todavía más cerca. Ahora puedes ver perfectamente las agresivas facciones de su rostro que habrían paralizado al más valiente hombre. Te resulta familiar y crees saber quién es. Has oído hablar mucho de él…

En tu rápida carrera, llena de incertidumbre, necesitas a una persona que disipe tus dudas. Cuando la encuentras, le preguntas, atemorizada, si verdaderamente aquel hombre es quien parece ser. Tras la comprobación, te lo afirma: es él.

Te persigue un letal asesino, cruel y sanguinario. Cuando llega se inicia una terrible lucha en la que el criminal siempre acaba dando una muerte lenta y dolorosa a su oponente. Pocos son los afortunados que logran escapar de su poder, pero tú estás decidida a luchar por ello.

Empiezas a correr como nunca has corrido,  angustiada como si tu vida fuera en ello. En realidad, sabes que tu vida está en juego, sabes que te enfrentas a un poderoso rival que no va a dejarte vencer tan fácilmente. El hombre empieza también a correr.

Estás cerca de tu casa, el lugar más seguro del mundo, con las personas que te quieren y que están dispuestas a luchar junto a ti. Sólo te quedan unos metros más, pero cada milésima de segundo cuenta y ya puedes sentir el sádico aliento del asesino rozando tu cuello. No llegarás, pero al menos has de intentarlo. Sacas fuerzas de donde siquiera sabías que existían, necesitas dar todo lo que hay dentro de ti porque de lo contrario, te quedarás sin nada.  En un último esfuerzo, ya sin aliento, llegas a tu salvación. Estás en tu hogar.

Sofocada, con el corazón latiendo desbocado tratando de escapar de tu pecho, un suspiro de alivio se bate con la angustia por salir a la superficie. Has ganado, pero sólo este primer asalto. Si de algo estás segura es de que esto no ha acabado, quedan muchas batallas por delante.

Tu respiración agitada y el fuerte portazo que has dado al entrar, hace que tu familia acuda rápidamente, preocupada por ti. Te encuentran apoyada contra la puerta, tratando de recuperar el aliento. Les explicas lo que ha acontecido, que te has convertido en la ansiada víctima de un despiadado asesino. Que él volverá y la próxima vez, vendrá preparado para vencer.

Tu hijo, tu hija y tu marido te miran desesperados, no pueden creer que te haya tocado a ti, no pueden creer que vosotros hayáis sido los elegidos. ¿Qué vais a hacer? ¿Qué va a pasar? Os abrazáis fuertemente porque estar juntos es vuestro último consuelo. Sumidos en un mar de lágrimas, encontráis una única solución: luchar hasta el final.

En tu cabeza se forja otra idea. Has de salvar tu vida, algo que está por encima de todo,  menos de una cosa, de las personas a las que quieres. No puedes ver a tu familia sufriendo por ti y tampoco a tus amigos. Son lo más importante que tienes y no puedes verlos así, has de protegerlos con toda tu alma. Debes hacerte la fuerte, insistir en que todo va bien y mostrar una fiel confianza en que todo se solucionará. No puedes flaquear aunque por dentro sientas las grietas recorrer cada parte de de tu ser, rompiendo tu interior en mil pedazos. Tu prioridad ahora, es ponerlos a salvo, por encima de todo.

Los días pasan y dejan su huella en ti a su paso. Cada día te sientes más débil, la presión se va apoderando de ti. Por mucho que intentes envolverte en un manto de apariencias, las personas que te quieren son conscientes de todo lo que estás viviendo. Lo más importante es que lo viven contigo. Cuando alguien está en apuros y siente que está a punto de caer, todo el círculo de personas que le rodea se vuelca con él, para poder sostenerlo y evitar así la precipitada caída. Por eso, aún en tu desgracia, te sientes reconfortada al ver a todas esas personas que te quieren y que se preocupan por ti. Si tú caes, ellos quedan en el abismo.

Eres consciente de que conforme pasa el tiempo, el momento de la batalla final se acerca. Esta vez será mucho más dura y tienes que estar preparada. Con todo el cariño y el apoyo que tienen tantas personas en ti no puedes defraudarles. Aunque te sientas cansada, tu cuerpo te pida una tregua y tu mente insista en que es más fácil rendirse; tu corazón está seguro de que lo correcto es seguir adelante.

Contrarreloj te preparas para todo, la decisión está tomada. Puedes hacerlo, todos están contigo y todo no puede acabar así, sería injusto. Juras por todo lo que amas que lucharás, por encima de tus posibilidades, hasta el final de tus fuerzas.  Sabes que va a ser duro, pero si después de todo lo consiguieras, merecería infinitamente la pena. Es luchar o morir.

La fecha está fijada, el día en que iniciarás el plan que te llevará a la victoria. Mientras tanto sólo queda coger fuerzas, disfrutar cada momento porque puede ser el último y suplicar que todo vaya bien. Con tu manto de seguridad lo afirmas, intentando ocultar el temblor de tus piernas:


-      ¡De está salgo!


Sin embargo, no eres la única que quiere ganar este juego. El asesino es cruel, letal, despiadado. Cuenta con una gran experiencia, sabe de las debilidades humanas y cómo atacarlas. Conoce a la perfección cómo actuar para conseguir lo que desea: tu vida.

Su mente retorcida no es perfecta y algunos valientes han conseguido escapar de sus garras. Pero no está dispuesto a que tú seas uno de ellos. Él no tiene nada que perder, nadie quiere a un asesino. Lo único que tiene es su deseo de victoria, su deseo de tu caída sembrado por la maldad que invade todo su ser.

En esta ocasión quiere un triunfo fácil y rápido. Podría jugar contigo, hacerte sufrir hasta que suplicaras tu muerte, pero disfrutó tanto viendo la agonía en tu rostro en el primer encuentro que está ansioso porque llegue el desenlace. ¿Por qué retrasarlo? Después podrá pasar a la siguiente víctima, ahora es momento de disfrutar. Se ha decantado por una sencilla estratagema: un golpe rápido e inesperado.

Tú estás cogiendo fuerzas para empezar la única salida posible, un camino duro pero que puede llevarte a la salvación. Son los últimos días antes de iniciar tu propósito. Se acerca la batalla final y te sientes un poco más animada porque piensas que quizás no esté todo perdido. Lo que nunca te arrebatarán es la esperanza.

Sin embargo, cuando todavía no has acabado tus preparativos, aparece sin previo aviso, echando abajo tus expectativas. Sabías que un asesino en serie tiene sucios trucos, pero no contabas con una aparición sorpresa. Aquí está, sonriendo maléficamente, saboreando tu temor.

El miedo invade tu alma y paraliza tu cuerpo. No puedes moverte, sólo temblar violentamente. Tantas esperanzas, tantos sueños, tantas ilusiones que se rompen en un segundo como las lágrimas se quiebran al caer al suelo. Te sientes como una muñeca de trapo en sus manos, no puedes hacer absolutamente nada, eres débil.

Al presentir que todo acaba, piensas en todas esas personas que tanto quieres, que no volverás a ver y que tanto echarás de menos. Te habría gustado agradecerles un millón de veces todo lo que han hecho por ti, cuando tú intentabas vanamente seguir, pero sin ellos no podías. Nunca estuviste sola en la vida y sólo por eso, puedes irte feliz.

Ahora que estáis cara a cara, enfrentados, sabes que es el momento. Mas todavía te queda algo por hacer, no servirá de mucho pero tomas tu última decisión. Él no podrá disfrutar el dolor de tu mirada, no le darás ese triunfo, no podrá gozar con tu sufrimiento. En un último suspiro cierras fuertemente los ojos para no volver a abrirlos nunca más.





Los recuerdos son poderosos. Las grandes emociones y sensaciones quedan grabadas en nuestra mente en forma de recuerdos, inmunes al paso del tiempo. Yo creía que mi mente actuaría como un colador: los recuerdos en sí eran inolvidables pero los pequeños detalles podrían escaparse por las rendijas. Quizá por eso, por miedo a que se borraran, o quizá simplemente porque necesitaba alimentar mi vacío, comencé a indagar. Encontré fotografías, vídeos, cartas y muchos objetos que devolvían a mi mente dulces momentos. Así fue como hallé el diario.

Había llegado a mis manos su pañuelo de lágrimas, donde había vertido todas las aflicciones que la consumían en aquella pesadilla. Allí había encerrado todo y yo había encontrado la llave a su dolor. Era un testimonio estremecedor. Entonces comprendí lo engañada que había estado todo este tiempo: había permanecido a su lado en todo momento e incluso había sufrido con ella, creía que habíamos vivido la historia juntas. No era consciente de que hay cosas que sólo puedes entender sintiéndolas en tu propia piel…

Esta es la historia real de una persona que se enfrentó a uno de los más letales asesinos de nuestros días. Estaba dispuesta a llegar hasta el final, a darlo todo, pero no fue suficiente. Este cruel criminal, del que todos hemos oído hablar, no le dejó escapar.  El asesino en serie de esta historia es el Cáncer.

En un día cualquiera aparecieron los primeros síntomas, sabía que algo extraño estaba pasando dentro de ella. Cuando empezaba a sospecharlo y acudió a un médico se lo confirmaron: era él, el asesino, el Cáncer. En la primera carrera pudo escapar, en el hospital la estabilizaron y logró mejorar. Seguía viva y sabía que la historia no había acabado, que volvería. Debía prepararse para un tratamiento fuerte, muy duro, pero tenía que confiar en él pues era su única esperanza. Mientras tanto protegía a las personas que le rodeaban, porque no podían esconder su preocupación por ella y ella no podía verlos sufrir. Guardaba cuidadosamente sus miedos en aquel pequeño diario. Se hacía la fuerte, pero en realidad no lo estaba. Su asesino ni siquiera le dio tiempo a empezar el tratamiento, quizás el Cáncer se asustó de su fortaleza y prefirió atacarla por la espalda, cuando ella no lo esperaba.

Finalmente, se la llevó. Esta historia resultaría triste y deprimente, sin embargo quisiera cambiarle su final. Muchas son las personas que el Cáncer nos ha arrebatado, que se lleva antes de tiempo de forma injusta; pero cuantas más son sus víctimas más sabemos sobre sus actuaciones. Cada vez conocemos mejor sus tretas, sus engaños y sus formas de actuar. El propio asesino va descubriéndose poco a poco. De este modo, sabiendo cómo actúa, pronto seremos capaces de acabar con este cruel criminal. Siempre ha habido grandes monstruos en el mundo, enfermedades que se han cobrado la vida de millones de personas, pero finalmente las hemos vencido. Esta no será la excepción. No cabe la menor duda,  en la guerra contra el Cáncer la victoria será nuestra.









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