Degradados, como unos
pantalones con dibujos de lejía. La paradoja de que aquello que se usa para
limpiar y deja mancha. Esa búsqueda eterna de la marca. Porque cada persona
tiene las suyas, y todos queremos estar abarrotados de ellas. ¿Quién quiere ser
un libro muerto cuando su autor lo dejó huérfano? Hay que ser un libro rayado,
surcado por líneas que solo el cauce de la vida puede dejar. Que nos subrayen,
que nos doblen las esquinas y tomen notas. Hagamos del blanco y negro
caligráfico un multicolor. Emborrachémonos en fluorescente.
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