Sé que tienes miedo a deshidratarte y todos lo tenemos. Por
eso, tú cogiste un vaso donde depositar tus esperanzas. Fue todo muy rápido, o
quizás no tanto, pero aquel recipiente gota a gota de agua se llenaba. El vaso
pasó de medio vacío a medio lleno, de lo sano a lo irracional. Entonces llegó
tu amigo el miedo, aquel que te tatuaron en la piel. Ambas somos conscientes de
nuestros pies enredadizos. El vaso estaba a punto de llenarse. El peligro de un
vaso colmado era latente, un solo tropiezo y el agua se derramaría. Te dejaría
seca y eso es algo que no puede sucederle a una mujer de agua.
Tú quisiste ver la catástrofe y siempre ávida e inteligente
hilaste lo que para mí es tu desastre. Cogiste
otro vaso, más grande, para que no pueda el agua escaparse. También pensaste en
la fragilidad del anterior que podía romperse en un pasional beso al suelo. Por
ello, elegiste un vaso de plástico no tan bello, pero más resistente. Ahora
llegaba la tarea de pasar el agua de uno a otro. Por muy cuidadosa que fueras, he de decirte
que se escaparon algunas gotas fugitivas, que volaron al frío suelo y podrían
hacerte resbalar. ¡Mucho cuidado amiga agua! Si cayeses, te volverías a secar.
Dejando a un lado a las presas fugadas, el vaso de plástico
se comenzó a llenar. Lo conseguías, te escondías en tu seguridad. Te tratabas
de convencer de que tu segundo vaso era mejor; pero encarcelando el agua, te
encarcelas a ti misma, porque tú eres agua. ¿Para quién serán ahora tus gritos
de libertad? Tú que tanto luchaste por ella, ahora te empeñas en encarcelar
para ser víctima y verdugo.

¿Te das cuenta de la fragilidad del segundo vaso? ¿Puedes
apreciar su falsedad? El sol saldrá cada mañana a bañar tu piel, a poner fin a
la existencia del segundo vaso. Simplemente te tiene cegada su inmensidad. Sé
que es verdad que en el primer vaso el agua se asoma al borde y podría escapar,
pero yo te acompañaré con un paraguas bocabajo para detener a las bandidas
antes de su beso húmedo con la tierra. Esta es mi propuesta y todo lo que te
quería recordar. Dudo que logre convencerte amiga de agua, a veces dulce, a
veces salada. Tienes la fuerza de las olas pero también eres piscina, por el
cloro aletargada.
Marea. Marea el ritmo de las olas.
ResponderEliminarEl agua puede fluir al mismo ritmo que el tiempo, es decir, trepidante, salvaje , descontrolada. El agua da vida, evoca periodos donde los ojos son el más claro reflejo del alma o de un corazón moribundo por dentro y alegre por fuera.El agua no es más que otra vil metáfora de la vida, porque ella es causante de ella y forma parte de la nuestra. El agua puede la trae la tormento, convirtiéndose ella en algo subversivo, demencial y maquiavélico. Perdona que mi comentario no tenga sentido, no coherencia. Pero es que el agua es puro poesía, puro llanto vetusto.
ResponderEliminarFirmado: Bertolt Brecht, iconoclasta de nacimiento.
PS: A ver cuando la del primer comentario se pone escribir que ya le toca.